Comparable sólo al “shock” provocado en la conciencia
colectiva por el ataque a las Torres Gemelas en septiembre del 2001, en estos últimos 10 días el mundo en general, pero en particular México, registró una nueva sacudida. En medio de una crisis financiera generalizada, una ola de violencia e inseguridad pública, la crisis sanitaria impuso un nuevo e incierto ritmo a la vida económica, social y seguramente también política en nuestro país. Sin embargo, la violenta sacudida a nuestros paradigmas sobre lo que confiábamos que era la vida en sociedad, gestó una inusitada corriente de opinión pública que abre un nuevo horizonte de esperanza de vivir en un mundo sin tapabocas. Sin tapabocas en todas sus acepciones y alusiones figurativas.
Nos encontramos frente a una avasallante presencia de mensajes
oficiales sobre la epidemia. Llamados constantes a protegernos, a
aprovisionarnos, a permanecer en casa, a cuidarnos, protegernos, salvarnos a
toda costa de la epidemia. De forma paralela una corriente de opinión nace
contestataria, casi clandestina fluyendo intensamente en mensajes por internet
y celulares y se refrenda en la charla cotidiana entre el ahora restringido
círculo de relaciones personales. Así, mientras se llama a reconocer la
gravedad de la crisis sanitaria, a actuar responsablemente para cuidar nuestra
propia salud y evitar la propagación del mal, se toma la figura del
omnipresente tapabocas para cuestionar al sistema socioeconómico que nos ha
sumido en esta situación.
Tal vez no expresamente relacionados, pero definitivamente
detonados por la crisis sanitaria, varios hechos y fenómenos de nuestra
sociedad se manifestaron espontáneamente. Opiniones y comentarios al respecto circularon
profusamente en estos días. Salieron de la oscuridad, del secreto a voces, de
las dudas hasta ahora ocultas por temor, para encontrarse que son compartidos
por más personas de las que habíamos imaginado. Parece como si al unísono, ante
la enésima inducción de temor colectivo, sacáramos los miedos guardados para
expiarlos en una comunión electrónica masiva.
Que si el virus de la influenza no es más peligroso que el
virus ya descubierto del engaño económico que se ha hecho evidente en los
últimos tiempos. Que se protege la economía del pillaje. Después de las armas y
la droga, la industria farmacéutica es la que más dinero mueve en el mundo. Que
si la miseria en México y en el mundo que causa millones de muertes y bajas por
hambre, enfermedad, ignorancia, abandono, es una pavorosa realidad, ¿por qué no
se accionó a tiempo un plan similar al que se hace ahora con esta amenaza de
salud?
Que si con el brote de la gripe aviar hace seis años se creó
una supuesta estrategia mundial contra las pandemias de influenza coordinada
por la Organización Mundial de la Salud (OMS), ¿por qué se permitieron
condiciones insalubres y de hacinamiento de los criaderos que hacen posible que
el virus desarrolle nuevas formas, ¿qué tipo de Estado permitió privilegiar
económicamente a algunos en detrimento de la salud pública?
¿Por qué la urgente panoplia de medidas legales, decretos,
reglamentos, circulares que implementan mecanismos de seguridad cada vez más
sofisticados invadiendo nuestra existencia con el pretexto de preservar nuestra
salud? Como ejemplo, la reciente aprobación de
la “Ley de Policía Federal” (policías no uniformados, intervención
telefónica y correos electrónicos, etc.) y el decreto de “allanamiento de
morada”.
¿Por qué en no tuvimos tiempo de analizar el producto de la
más reciente visita de Obama? La firma del tratado del Comando Norte (NORAD)
con el que se acepta que militares estadounidenses entren a Mexico es un hecho
no suficientemente transparentado. ¿Por qué en el sitio de la Alianza para la
Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN) http://www.aspan. gob.mx no
se informa sobre el tratado?
Que la inseguridad y violencia continúan y la economía va de
mal en peor y la epidemia nos ha distraído. Caen ingresos de muchos negocios,
se anulan los ingresos de profesionistas por cuenta propia y se pierden empleos
sin muchas posibilidades de recuperación. Pero los bancos siguen cobrando los
mismos intereses y comisiones. Distraídos no exigimos quitas y reducción de
tasas cuando todos los demás estamos poniendo de lo nuestro ante la emergencia.
De pronto unos decidieron quitarse el tapabocas. Ese objeto
que hoy hace patente el temor inducido, el bozal que acalla, el parecido al
freno que guía y detiene al caballo, la uniformidad ciegamente asumida de ideas
y conceptos.
Frente al miedo, el discernimiento, el conocimiento con
comprensión. Después de la influenza, ya no seremos los mismos, esto ha
cambiado. Ya vimos el contraste. Podemos optar por el trato con tolerancia y
esperanza con paciencia. Sin egoísmos, sin enojos ni arbitrariedades; con
justicia y equidad. Va a cambiar todo. Se derrumbarán dogmas y organizaciones.
Asegurémonos de que el cambio que viene sea efectivo en cada uno.
Un cambio de actitud frente a la vida. Olvidando
expectativas egocéntricas, posiciones partidistas e intereses que no concuerden
con un paradigma de una mayor libertad individual ejercida en un mayor
compromiso con lo que es colectivo, de todos. La crisis sanitaria despertó a un
pequeño sector de la población, distinguiéndolos de los ciudadanos dóciles y
amedrentados. ¿Será suficiente?
Publicado el 4 de Mayo de 2009 en la columna Ciudadanía Económica: